Primera parte

A mis cuarenta y dos años tenía ya casi dos años de haber firmado el divorcio. Últimamente había pasado por momentos muy difíciles, pero ya empezaba a reconstruir mi vida. Los últimos años con mi ex esposo fueron un infierno: infidelidades, golpes, discusiones y finalmente el se gastó mis ahorros con una mujer más joven que ahora era su esposa. Entonces vinieron demandas y pleitos judiciales, nunca recuperé mi dinero y mi familia se partió en dos. Mi hija decidió vivir con su padre y ahora era gran amiga de su madrastra, me sentí traicionada también por ella. Mi hijo Daniel o "Dani", como lo haría cualquier adolescente varón, prefirió quedarse con su madre. Reconozco que mi esposo era guapo y Dani salió idéntico a el. Ese apuesto jovencito que ahora tenía dieciocho años fue el mejor regalo que me dio mi esposo, pero Dani no era un patán como su padre yo lo eduqué bien, era caballeroso, lindo y atento. Naturalmente pronto formé una relación enfermiza con mi hijo, como toda una madre cariñosa y sobreprotectora pero castrante y manipuladora, obligué a mi hijo a cargar siempre con la responsabilidad de ser diferente en todo a su padre y de cumplir todas mis expectativas.

Cuando me divorcié pensé que afortunadamente ya era muy vieja y que ya no necesitaría de un hombre, pero rápidamente los deseos propios de una mujer empezaron a atormentarme. La última vez que lo hice con mi ex, fue dos años antes del divorcio y ya no lo disfruté, había ya mucho odio y resentimiento. Como mi pésimo matrimonio me dejó asqueada de los hombres, decidí comprar un artefacto que me ayudaría a no necesitar nunca más a un espécimen masculino: un hermoso consolador de látex de veinte centímetros. En cuanto lo llevaron a mi casa, abrí el paquete emocionada y esa misma noche lo usé, me dio mucho placer aunque no tanto como yo esperaba, entonces probé con un vibrador . Una o dos veces a la semana me complacía frenéticamente con mis juguetes para relajarme. El porno siempre me había parecido algo asqueroso, pero ahora en mis sesiones masturbatorias veía porno para inspirarme y eso me volvió algo morbosa. Pero pese al empeño que yo ponía en todo eso, casi nunca podía alcanzar el clímax . Así que tuve que aceptar que necesitaba un hombre.

Pensé que alguna ventaja debia tener ser una mujer abandonada, me di cuenta que podría acostarme con quién yo quisiera, cumplirme cualquier capricho sexual. En esta ciudad enorme podría encontrar un hombre a mi gusto, con las características deseadas según el momento y la necesidad, tener sexo con él y luego cada quien por su camino. Me apresuré a poner un anuncio en una página de clasificados, no sabía que poner, sólo escribí que era una mujer madura buscando un hombre de buena estatura y buena apariencia, para algo completamente ocasional. En una semana, unos cien tipos me escribieron, contesté todos los mensajes, pero sólo unos veinte me respondieron y de esos la mayoría eran tipos nada atractivos, sucios, desaliñados y mal educados, el tipo de gente que solamente quita el tiempo. Así que al final nadamás llegué a chatear con siete y el elegido fue un joven de veintiún años llamado Manuel. Mi idea al principio era encontrar un hombre de treinta y cinco a cuarenta y cinco años, pero Manuel me gustó porque era sexy. Según me dijo y por lo que vi en sus fotos, medía como 1.75 , era blanco de cabello negro, rostro lindo y tenía un cuerpo como me gustan, no muy marcado, pero algo musculoso o más bien fornido y claro, también tenía un miembro largo grueso y apetecible. Pero sobre todo me gustó porque era educado y simpático, no como los otros fanfarrones y patanes que me escribieron. Pensé además, que sería ventaja su edad, porque yo siempre fui enamoradiza, pero esa diferencia de edades haría imposible que me enamorara de el. Era un mocoso, prácticamente de la edad de mi hijo y no teníamos nada en común, más allá de que los dos buscábamos sexo ocasional y pues Manuel solo estaba de paso en la ciudad, visitando unos familiares, así que sólo nos veríamos un día, haríamos nuestras cosas y luego no volveríamos a vernos . Estuvimos chateando talvez dos semanas, ese joven sabía atrapar la atención de una mujer, sus charlas eran educadas pero lentamente subían de tono y se volvían excitantes , llegó un punto en que empezamos a intercambiar fotos y hasta me compré unas tangas para modelarle. Manuel me hacía sentir viva y sensual otra vez y finalmente acordamos vernos.

Era miércoles y quedamos de vernos a las seis de la tarde en un parque a cinco estaciones de mi lugar de trabajo. Ese día me desperté más temprano, para asearme escrupulosamente, sobre todo lavé bien mis partes íntimas y recorté el vello púbico, me puse un sostén negro de encaje y una de las tangas que había comprado. El color negro resaltaba mi piel de trigueña, mis pechos entre medianos y grandes a veces cabían en una copa B y a veces en una copa C, pero esa vez elegí la copa B para que se vieran más ajustados y me fui al trabajo. En la cocina del restaurante donde trabajaba, yo hacía mis labores distraída, y ansiosa miraba el reloj constantemente, como si eso fuera a hacer que el tiempo transcurriera más rápido yo quería que ya dieran las cuatro, que era la hora de salida.

Cuando terminé mi turno, corrí al baño de empleados, me cambié la ropa, me lavé las manos y me puse mucho perfume para quitar el olor a cebolla y grasa. Me maquille cuidadosamente y luego me puse unos tacones algo altos. Siendo una mujer un poco bajita, quería verme alta. Me di cuenta de que mi cabello ondulado que me llegaba hasta medio cuello me hacía ver vieja pero no había tiempo para alaciarlo. Al final me peine como siempre, con una coleta en el centro y el cabello suelto a los lados. "Debí usar un neglige", pensé, y es que mi cuerpo aún era lindo, con unas curvas respetables, pero la piel de mi abdomen era un desastre. Fácilmente pasé una hora arreglandome, me veía al espejo "¿me veré gorda con esta blusa? ¡oh creo que me maquille mucho! creo que es demasiado perfume" ningún look me satisfacía, quería verme perfecta, no quería decepcionar a mi joven amante.

Abordé el metro y luego caminé hacia el parque, nunca me había sentido tan sexy, me detenía en los aparadores para ver mi imágen reflejada en los cristales y eso me excitaba. Era algo casi lésbico, me encantaba yo misma, me sentía una diosa caminando encima de esos tacones y la tela de la tanga se me metía entre las nalgas y también rozaba mi sexo, aumentando mi excitación. Pero también tenía miedo y vergüenza, el sexo ocasional era algo nuevo y me invadía la culpa ¿qué pensarían mis hijos si supieran que hago esto? pensé. Por un momento estuve a punto de arrepentirme, irme a mi casa y dejar plantado a Manuel, pero me armé de valor.

Ya eran las seis y cuarto y Manuel no llegaba, me sentí ridícula, pensé que talvez todo había sido una broma, pero de repente, de entre la multitud emergió un joven algo alto, con jeans azules y playera negra, se acercó a mi y una voz grave me estremeció toda

-Hola ¿tú eres Karla?- me dijo

-Si y tú eres Manuel ¿verdad?

-Claro, mucho gusto- respondió, mientras me daba la mano y nos dábamos un beso en la mejilla-¿Ya está lista?- agregó

-Claro, mmm vamos.

Empezamos a caminar hacia un hotel, al parecer Manuel no tenía mucho dinero, así que iríamos a un hotel barato. Caminamos unos diez minutos que parecieron eternos, yo estaba nerviosa y temerosa, pero al mismo tiempo excitada, no estaba acostumbrada a los tacones y me temblaban las piernas por la ansiedad, así que caminaba pandeando las piernas y hasta estuve a punto de caer, pero Manuel me sujetó del brazo y lo impidió.

Llegamos a ese hotel de mal aspecto, había prostitutas y travestis en la banqueta, era una zona de la ciudad donde abundaban los vagabundos y ladrones.

-Hola, quiero un cuarto por favor- dijo Manuel extendiendo un billete a la empleada

-Habitación 204, planta alta-le respondió esta, mientras le daba las llaves. No me sentí capaz de subir las escaleras con mis tacones y mis piernas temblorosas pero lo logré. En cuanto entramos, mi joven amante me abrazó por atrás de la cintura

- ¿Lista? te ves muy linda- me dijo al oído

- Gracias, tú también eres guapo eh

Entonces me volteó y empezó a besarme en la boca y el cuello "ahhh ahhh", se me escapaban unos gemiditos al sentir su boca tibia y húmeda y su aliento

-Me encantas, eres idéntica a mi madre- me dijo y por un momento quise pensar que yo había escuchado mal, pero no, la voz de

Manuel era muy clara, así que me sentí asqueada... "Vaya, qué clase de locos puede conocer una en internet " pensé . La excitación que había en mi desapareció a causa de tan grotesca frase pero me quedé inmóvil, dejé que él siguiera, de todos modos ya estábamos ahí

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Segunda parte

IManuel abrió mi blusa, me quitó el sostén y empezó a mamar y a amasar mis pechos con entusiasmo "oh oh oh", comencé a suspirar nuevamente, olvidé la grotesca frase del inicio, me excité al sentir su lengüita recorriendo mis pezones y hasta empecé a seguirle el juego.

-Me encantas mamá- me dijo, jadeando como loco

-¿Sí mi amor? ¿te gustan los pechos de mamá? - le contesté complaciente

-Sabes que sí, los adoro

-Oh pues anda cómetelos bebé, cómele las tetas a mami.

A esas alturas estaba excitadisima que prácticamente le arranqué la playera a Manuel y jadeando acariciaba su torso y sus brazos

-¡Oh, qué hermoso es mi niño!- le dije mientras le bajaba la bragueta y su tranca durísima salió brincando como un resorte

-¡Oh mami! ¡Cómo me gustas!

- Sí, ya me di cuenta cuenta de cuánto te gusta mami - le respondí, mientras lo besaba en la boca y masajeaba su polla. Estábamos ahí de pie, besándonos las bocas y masajeando nuestros genitales, yo estaba a tope así que me quité la falda y me tiré en la cama.

- Oh ven cariño, ven con mamá- le dije y lo vi aproximandose desnudo a la cama, con su miembro grande, erecto, apuntando hacia mí, amenazante.-Desnudame toda hijo- agregué y Manuel se puso encima de mí, me besó desde la boca hasta el ombligo y luego con sus dientes me bajó la tanga.

-¡Oh oh! ¡qué atrevido eres bebé!- le dije cuando sentí el par de lengüetazos que me dió en la concha

-¿No te gusta que bese tu cosita?

-Oh me encanta, pero primero hazme tuya cariño

-¿Quieres que tú hijo te haga el amor?

- Sí sí, mi niño, ya hazlo. No hagas esperar a mami, no seas malcriado- le dije abriendo las piernas de par en par, ansiosa.

Y entonces Manuel se puso encima de mí y empezó a cogerme sin piedad, como un animal, como si me estuviera violando, sacudiendo mi cuerpo y haciendo rechinar la cama en cada embestida. A veces su polla llegaba tan hondo, hasta el tope que me causaba dolor. Entonces Manuel solo podía escuchar una sinfonía de quejidos, gemidos y suspiros, que parecía se fundían en un solo sonido "oh, así, así, uhhhh, ou- ou, ahhhhh"

- Oh sí sí, eres mia mami- me dijo al oído jadeando

- Sí sí, cógeme mi amor, sabes que soy tuya

- ¿Quieres que te preñe?

- Sí, preñame mi vida, quiero un bebé tuyo ...Soy toda tuya hijo, oh oh ya casi, ya casi Manuel- grité y exploté, estaba tan caliente que creo que me vine en un par de minutos, fue el orgasmo más intenso de mi vida, mi concha palpitaba al ritmo de mi corazón y se mojaba como si me estuviera meando -Dame tu leche mi vida preñame- le dije y entonces la gran tranca de Manuel empezó a palpitar y a vaciar chorros de leche dentro de mi. Manuel se quedó encima de mi, cubriendome con su cuerpo desnudo mientras yo acariciaba su espalda y sus cabellos -Oh qué bien lo hiciste bebé- le dije mientras su verga ya flacida se salía de mi coño, luego él se acostó boca arriba.

-¿Todavía está caliente mi bebé?- le pregunté

- Sí, sabes que todavía estoy caliente y es por tu culpa

-¿Entonces quieres más papito?

-Si sí, quiero más- me dijo, mientras trató de empujarme para montarme otra vez

-Relájate, todavía estás cansadito, deja que mami te haga sentir bien- dije y empecé a consentir con mi boca todo su cuerpo desde la frente hasta el ombligo

-Ohhh mamá ohhhh- jadeaba mi joven amante y de repente engulli de un bocado ese pollón y empecé a chuparlo y a succionarlo, golosa, como si me lo quisiera comer -Oh que bien lo haces mamá- suspiró

-¿Te gusta papito?¿ te gusta eh?

- Oh sí sí

-¿Te vas a venir rico mi amor?

- Sí oh, sigue, cometela toda mamá

-Que rica la tienes mi vida... mmmm ya vente mi amor ¿Sí?- le dije entre chupada y chupada

-Oh ya casi mamá, ya ¡casiiiii!

Entonces se la chupe frenéticamente, ansiosa por probar sus jugos, apresuré su corrida "agggg agggg agggg", exclamó y mi boca se inundó de su esperma, sentí como esa cosa enorme y gomosa palpitaba en mi boca y golpeaba mi paladar, apreté los labios para que no se saliera de mi boca ni una gota.

-Oh mi vida, qué rico te veniste, qué rica lechita me diste- le dije y luego agregué - ahora yo quiero descansar dale besitos a mamá ahí abajo- Me acosté boca arriba y con las piernas muy abiertas para facilitarle el trabajo. Rápidamente Manuel se sujetó de mis muslos, hundió su cabeza antre ellos y empezó a prodigarle tremendos lengüetazos y mamadas a mi raja, sin importarle que estaba llena de sus fluidos

- Ay sí sí, cariño, qué rico me chupas

-¿Te gusta mami?

- Sí, me gusta que te comas mi cosita

Hace como diez años que no recibía un cunnilingus, era algo prácticamente nuevo para mí. Me mataba esa sensación de choques eléctricos que me provocaba su lengüita áspera y el hecho de ver a un hombre sumiso, comiéndose mi intimidad. Me encendió verme a mí misma con las piernas abiertas, dejando que un desconocido hurgara entre mis piernas y se tragara lo más íntimo de mí. Me sentí muy mujer, muy puta y atrevida. De repente le decía "aquí mi amor, aquí" señalando mi clítoris y luego "ahora mete tu lengua mi vida, hasta adentro" . Manuel estaba enloquecido bebiendo y oliendo mis mieles, de pronto mis gemidos se volvieron más intensos

-Correte mami, mojame, mojame la cara- me dijo, pero yo no podía venirme

-Méteme tus deditos papi ohhhh- le respondí y ya con los dedos de Manuel en mi vagina y su lengüita en mi clítoris, empecé a correrme y a salpicarle la cara

-Oh que rico, tú también te veniste muy rico, mamá

-Sí mi amor, ven abrázame- Manuel se puso encima de mi otra vez, ya tenía la polla durísima de nuevo y sentí que quiso metermela - no, no espera ponme en cuatro- le dije, porque me excitaba la idea de que me viera las nalgas mientras me cogía. Estaba muy excitada, ansiosa de ser reventada otra vez por esa verga, me puse en cuatro como una perrita y Manuel me la metió de golpe-au au oh oh, si mi amor, más duro, más duro- le decía porque me encantaba sentir sus poderosos muslos chocando en mis nalgas y sus grandes huevos estrellándose cerca de mi raja -¡Así así papito, no pares!- le decía mientras mi cuerpo se retorcía y arañaba las sábanas.

-Pégame en las nalgas- le ordené

- ¿Así? ¿así te gusta?- me preguntó, mientras castigaba mis posaderas con sus pesadas

manos ¡flap! ¡flap!

- Oh golpealas, de verdad niño castigame...castigame por ser tan puta

-¿Eres una puta?

-Si tú me hiciste una puta, mi cielo-oh vente conmigo ¿si?- le dije pero yo no pude contener el orgasmo y terminé antes que el. Empecé a convulsionarme, agitando la cabeza de un lado a otro --oh oh ohhh mojame las nalgas mi amor- le dije entre gemidos y éxtasis.

Y entonces él explotó en mis redondeces traseras. En cuanto Manuel se corrió fue al baño y yo me quedé ahí tirada en la cama, con las piernas temblando y la concha aún palpitante y mojada, las sábanas de la cama estaban empapadas. Prácticamente me estaba revolcando en mis propios fluidos, no hace falta decir que con mucho, esa fue la mejor cogida de mi vida, fue como descubrir el sexo nuevamente. Ese jueguito de la mamá y el hijo y decir y escuchar esas obscenidades y bajezas me puso super cachonda. Tuve tres orgasmos en un solo rato y ahora me sentía como drogada, con el cuerpo ligero, feliz, sin preocupaciones . Cuando Manuel salió del baño completamente desnudo, se veia hermoso y por increíble que parezca aún después de tres corridas tenía el pito parado. Pero yo ya estaba en la orilla de la cama, aún desnuda pero recolectando mis prendas

- ¿Qué pasó? ¿Ya no quieres más?- me dijo

- No, mejor talvez en otra ocasión

- A lo mejor en junio regreso a la ciudad, si quieres...

- Ok si quieres seguimos en contacto.

Yo quería seguir, pero ya no era posible , eran las diez de la noche, ahora llegaría tardísimo a mi casa y el principal problema era que tenía una sed tremenda. Tanta transpiración y tanto hablar, besar, gemir y mamar me dejó la boca seca y pegajosa y en ese hotelucho ni siquiera había botellas de agua.

Me vestí y salí como cualquier hembra recién cogida, apagada pero relajada con la mirada perdida como una demente. Cuando pasamos por un minisuper Manuel me preguntó si quería algo de beber y me compro una botella de agua que me bebí de un golpe. Luego me acompañó al metro, se despidió "uffff eres increíble Karla, esto fue lo mejor de mi vida. Muchas gracias" me dijo mientras me daba un beso en la mejilla y se aproximaba el tren.

En el trayecto de una hora no pensé en nada. Estaba en shock y disfrutando los efectos relajantes del orgasmo, mi mente estaba en blanco. Pasadas las once llegué a la puerta del edificio de cuatro pisos donde vivía y entonces recordé que en toda la tarde no me acordé de mi querido Dani. Sentí culpa por ser tan mala madre, subí las escaleras pensando en si el estaría aún despierto y si estaría molesto. Apenas abrí la puerta, Dani se abalanzó sobre mi y me abrazó toscamente

- ¡Mami! ¿Dónde estabas? Me tenías muy preocupado

- Oh me vas a tirar, sueltame mi amor. Pues estaba en el trabajo

- Son casi las doce y no respondiste mis mensajes ¿Donde estabas?

- ¿Estás sordito? Ya te dije, estaba en el trabajo

- ¿En el trabajo? ¿Tan tarde?

- Si, hubo un evento especial y tuve que quedarme.

- ¿Y por qué estás tan arreglada?

- Porque hubo un evento es-pe-cial ¿entiendes tonto? No tengo esposo para que no me regañen y tú me estás interrogando

¡celoso!...¿ya comiste?

- Si, preparé algo

- ¿Y me guardaste un poquito?

- Claro mamá

Daniel me ayudó a quitarme los tacones y hasta me dió un masaje en los pies, pero no permiti que lo hiciera mucho tiempo, yo no lo quería cerca de mis piernas. Me daba miedo que mi entrepierna todavía emanara esos olores a fluidos de hombre y de mujer, yo, paranoica sentía que mi cuerpo olía a sexo y que él lo notaría. Estaba nerviosa como una esposa infiel. Luego Daniel me calentó comida y me sirvió "¡oh es tan lindo!" pensé y empecé a devorar esas viandas como loca y otra vez sentí culpa porque en vez de haber estado en casa atendiendo a mi hijo, el me atendía a mi y me estaba ayudando a recuperarme del cansancio causado por mi lujuria. El pensaba que estuve trabajando no sabía que estuve en un hotel barato revolcandome con un hombre que tenía prácticamente su edad, me sentí como un monstruo.

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